Anthony
El caballo galopaba a toda velocidad, me dirigía a un lugar desconocido para mí, una voz dulce me guiaba, no estaba loco, yo escuchaba a esa voz que me hablaba y me decía a dónde ir.
-Si la quieres de vuelta debes escucharme- fue lo primero que escuché antes de partir. El bosque era una inmensidad engañosa para todo el que se adentrara a él, pero no me importaba, yo quería a mi princesa de vuelta, la había perdido y ahora tenía que recuperarla.
-Ya casi llegas, ten cuidado- oí en mi cabeza. Unos metros más adelante había una pequeña casa de madera, era realmente pequeña, solo una persona podría vivir ahí, una persona, ¡Mi princesa! Ella estaba ahí, dejé el caballo de un solo salto y corrí a la pequeña y retorcida puerta.
-¡Alto! no es lo que parece Anthony- me dijo aquella voz, me detuve instantáneamente delante de la puerta, ahora no sabía qué hacer, no es lo que parece había escuchado, subí al caballo y entré por la pequeña puerta, para descubrir que lo que parecía una pequeña casa era en realidad una gran mansión de piedra, frente a mí un largo pasillo determinado por una alfombra azul con un franja amarilla que recorría todo él camino, había criaturas ahí, no eran humanos, todos y cada uno me miraron con gran enfado.
-No confíes, son peligrosos- escuché. Estaban molestos, pero no tenía tiempo para ellos, no sabía que eran, pero no tampoco quería averiguarlo, eran muy grandes y notablemente fuertes, cubiertos de pelo por todos lados, su rostro era más terrorífico aún, no existía boca alguna por la que pudieran comunicarse, sus ojos estaban cosidos, era lo más tétrico que había visto, en su cabeza tenían un tipo de casco, pero no era un casco era parte de ellos, su cabeza, ahí disponían de un tercer ojo, un tanto deforme y de color violeta. Seguí avanzando sobre mi caballo, hasta que la vi, al fondo del largo salón, se encontraba sentada, con un largo vestido azul y su cabello largo y negro suelto, no lo dude.
-No vayas- me advirtió mi auditivo acompañante
-Ahí está ella- omití la advertencia de la voz e hice que mi caballo avanzara rápido, pero mientras creía que me acercaba a ella, más lejos la veía, las horrorosas criaturas me seguían, emitiendo sonidos horribles, ¿cómo lo hacían? No lo sé, pero no era agradable de escuchar, el caballo se detuvo de golpe, y yo veía a mi princesa a la misma distancia de donde estaba al principio.
-Corre- me dijo la voz y eso hice, bajé del caballo y corrí sin saber a dónde me dirigía, llegué al borde del salón, hacía abajo parecía un gran mar, de…. algo, no era agua, pero caía como una enorme cascada azul brillante, retrocedí un par de pasos.
-Salta- escuché, tardé unos segundos en obedecer, pero el sonido horrible proveniente de las criaturas que se acercaban bastante rápido me hizo reaccionar. Salté sin más, y nunca sentí un impacto, abrí los ojos y me encontré frente a una gran puerta de madera, pero no era una casa ni era un castillo, era simplemente una gigantesca roca, con una puerta en el centro, esta se deslizó a uno de los costados. Entré y la puerta se cerró detrás de mí, todo estaba oscuro, no veía ni mi mano frente a mí, un chirrido hizo que me estremeciera, no podía verlo pero el sonido se acercaba, sentí un dolor punzante en mi mano, después por todos lados, lo que sea que fuese me estaba atacando, luché por deshacerme de eso que me hacía daño, agitaba mis brazos pero no lograba tocar nada, caí al suelo, sentía como me quedaba inconsciente poco a poco, una gran luz me cegó y de nuevo estaba frente a la puerta de madera.
-Como viste, si entras ahí, morirás- retrocedí lentamente de esa gran roca, pero caí tropezándome con algo, miré el causante de mi caída y era un esqueleto, mi corazón latió fuerte
-Me estás viendo a mí- dijo la voz
-¿Qué fue lo que te pasó?- Le pregunté a la nada, mirando fijamente el esqueleto en el suelo.
-Los ratzos, las criaturas que te persiguieron antes de saltar, no corrí como tú, no sabía que tenía que correr, me atraparon y me devoraron, luego me desecharon, por la cascada de aurale, es su forma de deshacerse de la basura, llegué aquí, ya estaba muerta- no sabía quién era o quién había sido la dueña de la voz, pero de pronto sentía lástima por aquella chica.
-Anthony, tu amada, tu princesa, está por allá- le escuché decir, asustado y con el corazón palpitándome a mil por segundo, vi como el esqueleto levantaba su huesudo brazo y apuntaba hacía mi derecha, miré en esa dirección y la vi en un vestido blanco, corrí hacía ella, y mis lágrimas brotaron instantáneamente, logré encontrarla, pero ya no tenía vida, su cuerpo con apenas una delgada capa de piel yacía ahí con el vestido de Sira, lloré, la había perdido, había sido tan estúpido y no actué rápido. De pronto sentí un movimiento debajo de mí.
-Anthony, mi amor- Levanté mi mirada y el rostro de aquella esquelética mujer que amaba se movió ligeramente hasta conseguir mirarme- Perdóname, la magia se acabó- Su voz, era su voz, tan dulce y suave pero ligeramente distorsionada se escuchaba triste.
-No mi amor, la magia estará ahí mientras estemos juntos- Le dije, de pronto su cuerpo se iluminó con un brillo dorado, ahí estaba ella, tan hermosa, con un vestido dorado ahora tenía unas alas del mismo color, igual que un hada.
-Anthony, lo arruiné todo, yo ya no podré volver- me dijo con una sonrisa triste
-Estás aquí conmigo ahora- le dije tomando su mano
-No- respondió y su cuerpo, inmediatamente, volvió a ser esquelético y frío
Yo la amaba, su muerte me hacía daño, yo no podría vivir sin ella, simplemente no podía, lágrimas seguían brotando de mis ojos. No quería dejarla aquí, no la dejaría aquí.
-Tienes que hacer el pacto, Anthony, si quieres que ella regrese contigo, haz el pacto- escuché a aquella mujer misteriosa, busqué alguna roca que fuera puntiaguda y corté mi mano dejando salir sangre de ella, esta cayó sobre el vestido de Sira.
-Cambio parte de mi sangre, por la vida de la mujer a la que amo, señor hijuagun, dueño de la vida, si de verdad me escuchas, sálvala- mi sangre desapareció y el cuerpo sin vida de Sira se elevó en el aire iluminándose, después de unos segundos cayó con fuerza de nuevo, esperé, pero nada pasó.
-El pacto, no funcionó- exclamé pero no hubo respuesta, un temblor sacudió el lugar, la tierra se abrió debajo de mí y comenzó a separarse, vi como el cuerpo de aquella mujer misteriosa caía al vacío, la tierra se separó más aún y caí, mis manos se sostenían del borde, no dejaría que mi amada cayera y la perdiese una vez más, la tierra se sacudió más fuerte aún y el cuerpo de Sira cayó al abismo, mi corazón latió fuerte y lágrimas seguían saliendo de mis ojos, ya no tenía por qué vivir, sin nada que perder, me solté teniendo fe en que la inmensidad de la oscuridad me invadiera y aliviara mi dolor, cerré mis ojos y mi cuerpo sintió algo blando debajo, los abrí de golpe.
Me encontraba en mi cama, en casa, mi corazón latía fuerte y estaba sudando, había sido un sueño y a mi lado se encontraba Sira, ésta despertó y se asustó al verme en estas condiciones, me senté en la cama y ella hizo lo mismo.
-Anthony mi amor, ¿estás bien? ¿Qué te pasa?- Preguntó alarmada, tomando mi rostro entre sus manos.
-Tuve un sueño terrible- La abracé con todas mis fuerzas, no la perdería de nuevo, ni siquiera en sueños.
-Bien hecho, Anthony, lo lograste- esa voz, esas palabras resonaron en mi cabeza y dándome cuenta de que lo que había vivido no fue sueño, rompí a llorar en el hombro de mi amada, de mi princesa.