El infierno

El cine mexicano se caracteriza por sus toques de comedia, ironía y su peculiar forma de hacernos ver la realidad de las cosas.
Luis Estrada, es un director de cine mexicano que sabe plasmar su propio estilo en cada una de sus películas, con un elenco reconocido y la manera tan cómica de criticar temas de política y violencia que a diario se viven en México.
En diversas entrevistas, tanto el director como su elenco hablan del mensaje de sus películas para la sociedad, como un llamado de atención para las autoridades y representantes de la nación, que el pueblo no es ciego ni sordo y que estamos conscientes de lo que sucede en nuestro país.
Estrada ha sabido proyectar la terrible situación de nuestro país y los ojos vendados de nuestros representantes, así gritar crudamente los temas sensibles que se hablan bajo murmullos. Hoy hablaremos de “El infierno”.
La trama
La pobreza y las ganas de salir adelante para tener una forma digna de vivir, empujan a Benjamín García, “El Benny” a salir de su pueblo y emigrar a los Estados Unidos, pero tras 20 años es deportado a México, perdiéndolo todo.
Al regresar, a su pueblo natal, San Miguel, se da cuenta que el país está en una situación peor que cuando se fue. También se entera que su hermano, murió en manos del narcotráfico.
Luego de conseguir trabajo en la vulcanizadora de su padrino, Benny se da cuenta que su pueblo es dominado bajo amenazas por una poderosa de narcotraficantes llamada “Los Reyes del Norte”, misma que está dividida por una guerra entre Don José Reyes y su hermano Don Francisco, líder de “los Panchos”, debido a que Don José nombró como sucesor a su hijo.
A su regreso, El Benny se reencuentra con su amigo de toda la vida, “El Cochiloco”, quien es la mano derecha de Don José y a su vez le ofrece “trabajo”, además de cortejar e intimar con Lupita, la viuda de su hermano con quien procreó un hijo llamado como él, Benjamín.
Una vez más El Benny se ve tentado a buscar una manera rápida de obtener dinero, ya que su sobrino “El Diablito” está preso y debe sacarlo de inmediato; pese a que juró alejarse de los malos pasos, decide contactar a su amigo, diciendo que ha pensado bien las cosas y conoce los riesgos que conlleva su decisión.
Benny comienza a trabajar para los Reyes, bastante horrorizado, pero poco a poco se va acostumbrando a las cosas diarias del negocio; venta de drogas, amedrentar al pueblo, “levantones”, deshacerse de los cuerpos, etc. Pero también a hacerse de lujos, trajes norteños, espuelas de oro y grandes gastos.
Pero todas las cosas empeorar de apoco cuando la guerra entre los hermanos se intensifica al ser víctimas de emboscadas y policías que están comprados por ambos bandos, está pelea toca fondo con el asesinato del hijo de Don José quien contrata a exmilitares para su venganza.
El Cochiloco pierde a su hijo en manos de Don José, por haber fallado en cuidar al JR, en un ataque de ira, el Cochiloco se va en su camioneta haciendo entender que morirá por intentar vengar a su hijo.
Tras la muerte del Cochiloco, Benny intenta salir limpio y huir del país, pero las cosas empeoran cuando descubre que su sobrino dio aviso a los Panchos para emboscar al JR, como venganza ya que su padre había muerto también en manos de Don José.

Luego de encargarse de Don francisco y sus hombres, Benny saca a su sobrino del pueblo para que cruce a los Estados Unidos y trata de buscar protección de la policía, la cual ya está del lado de Don José, en el camino es herido y dado por muerto, al día siguiente regresa a su casa para descubrir que Lupita fue ejecutada por los hombres de Don José.
Luego de refugiarse en casa de su madre, Benny se despide de su madre, esta vez es definitiva, posteriormente se ve a Benny llegando a la plaza el día del grito del 15 de septiembre, con Don José como alcalde de San Miguel, Benny abre fuego hacia el balcón, matando a todos los que están presentes.
En una escena final se ve la tumba del Benny junto a la de su hermano y de Lupita, siendo visitadas por su sobrino que regresó de los Estados Unidos, la película termina con un muchacho abriendo fuego contra unos narcotraficantes, entendiendo que la historia se repite.
Opinión
La película fue estrenada durante la administración del expresidente Felipe Calderón, quien dio inicio a una guerra contra el crimen organizado, desatando ola de violencia.
En una escena, Benny le pregunta a su amigo que si no se arrepiente y tiene miedo de ir al infierno, a lo que el Cochiloco le responde, “Me cae mi Benny que esta vida y no chingaderas, es el jodido infierno” dándonos a entender que en esta vida pagamos, sufrimos y cosechamos los frutos de nuestras acciones.

Las imágenes de la cinta no están fuera de la realidad con que se pintaba el país en aquellos años, pues a la luz del día y a los ojos de miles de mexicanos se podían ver masacres y secuestros.
Los mexicanos fuimos víctimas del miedo y el silencio, no había ley que velara por la integridad de las familias inocentes.
Aunque la película se desarrolla en un pueblo pequeño y marginado, se entiende que era una situación presente en cada rincón de nuestro país y que era difícil salir cada día de casa con la incertidumbre de si volver o no sano y salvo.
No obstante, la mayoría de la gente del pueblo está acostumbrada, y algunos hasta están involucrados con los propios criminales. Parte de algo que vemos cada día en nuestro país, “la Narcocultura”.
Fue un llamado, un grito de toda la sociedad, sabemos que esta guerra no ha terminado, sabemos que la mafia sigue controlando todo, lo vemos todos los días, lo vivimos, duele conocer nuestra realidad a través de una película y salir de la sala de cine para darnos cuenta que todo seguirá igual.
Duele ver un país sumergido en la violencia, y ahogado en sangre, bajo la duda de: ¿Cuánto más hay que soportar?. Duele ver cómo la gente de un país va perdiendo la sensibilidad y acepta el crimen como parte de su cultura.
Duele ver a una nación con su gente resignada y dispuesta a perder su libertad y vender su integridad a cambio de una manera fácil y rápida de tener dinero, por “la necesidad” de saciar su hambre y no tener otra alternativa de trabajar para “vivir decentemente”.