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La criatura de las cadenas


Yo era el niño mejor portado de la cuadra desde hace tiempo, también en la escuela o cualquier otro lugar. No es mi intención ser presumido, aunque también fui un poco travieso, berrinchudo y algo caprichoso.


No fue un milagro que de la noche a la mañana cambiara mi actitud, tampoco el hecho de que una figura endemoniada me iluminara. Para mis padres fue una sorpresa que de pronto fuera obediente, servicial, formal e incluso que no me enojara como lo hacía normalmente.


Mis pensamientos eran los mismos, por dentro quería desahogar aquello que me frustraba. Sin embargo, mi buena conducta no podía verse manchada de ningún modo.


Todo eso se lo debo a Guillermo, un niño cuya existencia solo yo tengo presente, pues hasta el momento, nadie, ni siquiera su familia tienen un solo recuerdo de él.


Quizás sea porque fui yo quien lo vio marcharse y por eso soy la única persona en el mundo que sabe que él existió alguna vez.


Eventualmente me cansé de escuchar las mismas respuestas, que era un amigo imaginario, o alguien a quien vi temporalmente y que me hizo creer que éramos los mejores amigos.


Así que dejé de insistir en el tema y decidí enterrar a Guillermo en el pasado.


No quiero que piensen que soy obstinado por mencionarlo una vez más, pero Guillermo sí existió y fuimos grandes amigos, vecinos y compañeros. Pero esta será la última vez que hablaré de él.


La historia comienza el 29 de noviembre, hace 25 años. Nos reuníamos cada tarde después de la escuela para hacer travesuras a la señora Mercy, una anciana viuda un tanto amargada, pero generosa.


Mi amigo y yo nos dedicábamos a hacerle la vida imposible a cada habitante del vecindario, incluso para el que estuviera de visita, no había excepción.


Nuestro repertorio de diabluras era bastante variado, desde lanzar a los patios animales muertos, desperdicios o pañales sucios, hasta tocar la puerta y correr. En fin, niñerías supongo.


Lo que no sabíamos es que pronto, esas bromas terminarían. Una semana después, el 6 de diciembre, sentados en la acera frente a la casa de Guillermo cerca de las nueve de la noche, estábamos escribiendo ilusamente nuestras cartas para Santa.


Aún creíamos que todo lo malo que hacíamos no importaba, porque Santa es un ser de luz que lo perdona todo, como Dios.


Su madre nos llamó para cenar, pero decidimos ignorarla. Molesta por nuestra desobediencia, nos gritó que nos dejaría afuera en el frío y cerró la puerta tras de sí.


No nos inmutamos, sabíamos perfectamente que su amenaza no era cierta, que no podría dejar a su hijo y otro pequeño de 10 años afuera solos en el frío invierno.


De pronto, el frío se agudizó y la calle comenzó a oscurecerse. Guillermo y yo nos miramos por unos segundos, pero soltamos a reír por lo tontos que nos veíamos asustados. Ajustamos nuestras chaquetas y seguimos escribiendo en nuestros cuadernos.


Boom boom boom BOOM escuchamos ambos y esta vez nuestro corazón comenzó a latir muy fuerte. Los dos miramos hacia la calle, pero no podíamos ver mucho, estaba oscuro.


Pero yo nunca voy a olvidar ese ruido, eran unas pisadas enormes, pesadas, el chirrido de las cadenas al rozar contra el pavimento. Podía sentir el terror recorriendo mi cuerpo.


Guillermo corrió a la puerta de su casa, yo no pude moverme ni un milímetro, pero pude notar que las luces de todas las casas estaban apagadas, como si no hubiera nadie.


Los gritos de Guillermo pidiéndole a su madre que le abriera no los voy a olvidar nunca, se podía sentir el terror en su voz. Las pisadas iban y venían, de allá para acá, pero se acercaban poco a poco.


Desde la oscuridad, pude ver una cadena que rápidamente se abalanzó sobre mi cabeza, cerré los ojos, pero nunca sentí nada. Los gritos desesperados de Guillermo se escuchaban más fuerte.


Abrí mis ojos, solo para ver cómo las cadenas sacudían a mi amigo por los aires, hasta que finalmente aquella criatura cuyas pisadas escuchamos venir se hizo presente.


Era una monstruosidad, a mis 10 años yo era el niño más alto de la clase, pero esta cosa sobrepasaba mi estatura por mucho. Miraba a mi amigo con unos ojos penetrantes.


No me sentía capaz de moverme, no sabía qué hacer y si soy honesto, en ese momento tampoco quería hacer algo... estaba demasiado asustado como para pensar en salvar a Guillermo.


La criatura con patas de cabra y unos cuernos enormes iba encorvada, con cadenas alrededor del cuerpo, aquellas que también sostenían a Guillermo de cabeza.


La imposibilidad de ayudar a mi amigo crecía, el sentimiento de culpa aún me retumba en la cabeza, cierro los ojos y puedo verlo mirándome a los ojos, pidiendo auxilio y yo dejándolo marchar, escucho de memoria sus lamentos, intentando zafarse, me veo sentado pegado a la puerta, con mi mano sosteniendo una piedra que nunca pude lanzar, no sé si fue por miedo o impotencia, pero estoy seguro que no podía mover un solo músculo, como si el monstruo necesitara un espectador que atestiguara su hazaña.


Pude sentir la mirada de aquel ser, y en esa mirada reflejaba la alegría de vernos sufrir, mi amigo luchando por su vida y yo inmóvil, llorando por la desesperación de no poder ayudarlo, no podía siquiera pronunciar sonido alguno, mi respiración se complicaba como si estuviera bajo el agua y no pudiera salir a la superficie.


Sus gritos desesperados se ahogaban con los rugidos de la bestia, sus movimientos cada vez eran más torpes, el cansancio poco a poco se apoderaba de Guillermo y las cadenas lo apretaban con más fuerza haciendo más difícil su intento por sobrevivir.


Pude ver como lentamente aquel infernal ser a pasos pesados se llevaba a mi mejor amigo, pude ver como a él se le acababan las fuerzas y sus ojos se desgarraban por las lágrimas congeladas,pude ver como ese maldito gozaba nuestro sufrir, caminó hasta perderse entre la niebla, y luego los ruidos fueron cesando.


Creí que todo había terminado pero estaba muy equivocado, los pasos volvieron a escucharse en lo que a mí me pareció una eternidad, por fin pude moverme, y corrí hacia la casa más cercana, golpee la puerta, grité, lloré y le aventé piedras a las ventanas, pero nadie abrió, nadie vino en mi ayuda.


De pronto, todo se quedó en silencio, giré mi cuerpo para mirar la calle y no había nadie. Todo seguía oscuro y muy frío pero la criatura no estaba por ningún lado.


Caminé hasta la calle, confundido pero desesperado por respuestas, no sabía qué hacer, a donde ir, estaba muerto del miedo. De pronto la criatura cayó frente a mí como una bola de demolición.


Me tomó entre sus enormes manos y me miró, sus ojos completamente negros daban la ilusión de tener fuego dentro de si, creí que ahí había acabado todo.


Pero ese monstruo no me hizo daño, acercó su rostro al mío y me dijo “Sé bueno o vendré por ti”, después dejó salir su aliento y todo se fue a negro.


Desperté en una cama en el hospital; mis padres dijeron que luego de un gran berrinche salí solo a la calle, y me encontraron horas después, al pie de un árbol, inconsciente pero temblando de frío.


Pensarán que estaba loco cuando pregunté por Guillermo, quería saber qué había pasado con él. Pero nadie sabía de quién estaba hablando.


Me llamaron loco y quizás así sea, es por eso que hoy es la última vez que hablo de mi amigo, aquel a quien nadie recuerda.


Existió sí, y sé que aquel monstruo era real, lo sé porque la señora Mercy me dijo que me creía, recuerdo días posteriores estaba sentado al lado de su banqueta, llorando, recordando nuestras diabluras, la señora Mercy salió para ofrecerme una taza de chocolate caliente, el cielo estaba nublado y comenzaban ya las primeras nevadas, me negué con la cabeza a su invitación, pero ella insistió, me tomó de la mano para levantarme y me abrazó.

Me pidió que le contara de nuevo la historia que me agobiaba y que los adultos ya ignoraban, cuando le describí al monstruo dejó caer su taza al suelo, su mirada cambió, parecía que le vaciaban un balde de agua helada.


-¿Cadenas dijiste? ¿cadenas y cuernos enormes?


-Sí, eso dije, ¿Señora Mercy? ¿Está bien? - me inquietaba su cambio de actitud - ¿Sabe usted de qué hablo?


-¡Krampus! - dijo temblando mientras atizaba la chimenea - ¡Krampus! hijo, aquella tarde en que perdiste a tu amigo, quien se lo llevó, fue Krampus; se lo llevó como se llevó a mis hermanos.


La señora Mercy era huérfana, sus padres murieron en un accidente cuando ella y sus hermanos aún eran niños, luego nos contó que sus hermanos fallecieron cada uno en cierta etapa de su vida, hasta que tuvo edad para casarse y después de 35 años de feliz matrimonio, el señor Mercy murió a causa de un infarto.


La anciana siempre contaba la misma historia cuando hablaba de su familia, pero cuando se trataba de sus hermanos sus ojos se llenaban de agua y entre sollozos nos relataba el deceso de cada uno de los tres hermanos.


Hasta aquella tarde pude saber la verdad, Krampus fue el causante de la soledad de aquella pobre mujer que muchas veces molestamos, me pidió guardar el secreto y que no lo contara a menos que estuviera seguro de querer descansar para siempre, pues según la leyenda hay una maldición que dicta: “si sobrevives a Krampus, deberás callar o de lo contrario morirás” y era lógico que la señora Mercy estaba ya lista para partir, pues decía que el remordimiento no la dejaba dormir tranquila, ni siquiera de casada.


-Te contaré la verdad, pero prométeme que guardarás mi secreto y cuando mi historia acabe, saldrás de aquí - lo prometo- dije con algo de miedo y confusión.


***

Mis padres murieron en un accidente de carretera por culpa de un tráiler, según la policía el conductor estaba dormido, todos los involucrados murieron aquella noche, mis padres habían viajado cerca de la frontera para buscar una casa nueva, al ser la mayor me quedé al cuidado de mis hermanos, pero seguía siendo una niña, una obligada a ser adulto, al no tener la madurez necesaria, al no tener ni siquiera la paciencia y tener que cargar con la responsabilidad de ser madre y padre a la vez, mi cabeza explotaba y mis fuerzas muchas veces se iban, no niego que no estuve del todo sola, nuestros abuelos nos sacaron de muchos apuros en incontables ocasiones, pero jamás dejaron que viviéramos con ellos, decían que era nuestro destino aprender a sobrevivir solos y preferían no interferir.


Y luego, aquel negro diciembre que me amargó la navidad, la vida y el alma, aquella noche que me haría indiferente a tan hermosa fiesta. Recuerdo que en esa ocasión, mis hermanos habían estado molestando tanto a los vecinos y a la gente en general que hicieron que perdiera la paciencia. Subí a mi habitación y por un momento desee que se fueran, que me dejaran tranquila. Me he arrepentido de ese deseo todos los días de mi vida.


Esa noche, Krampus vino a visitarnos. Nos aterrizó por un par de horas mientras tratábamos de huir de él.


Eventualmente nos atrapó y se llevó a mis hermanos uno a uno. Cuando solo quedé yo, Krampus se fue, dejándome con una advertencia sobre ser buena persona, sola en el mundo y con todos olvidando la existencia de mis hermanos me resigné a solo sobrevivir.


Krampus es una criatura que castiga, él solo viene por las personas malas, niños traviesos, se los lleva, se los come y casi nunca deja sobrevivientes. La única manera de que te deje con vida es que detecte que en realidad puedes cambiar y ser bueno.


Este monstruo te cambia la vida, te guste o no.


***


Desde entonces fuí un buen chico, amable, servicial, atento. Muchos creyeron que estaba madurando, pero en realidad estaba aterrado todo el tiempo, no quería que Krampus volviera por mi.


Y por supuesto, nadie me creía que Guillermo había existido, ni siquiera sus propios padres. Y con el tiempo, creyeron que estaba loco, que había tenido un desvarío mental.


Lo que me llevó a este hospital, en el que he vivido desde entonces.


-Señor Sanz, ¿en serio cree que todo lo que me está contando es real?


-Lo es, Dr. Lite. Pero no espero que me crea. Si me disculpa es hora de tomar una siesta.


El doctor salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí, se acercó a la central de enfermeras.


-Enfermera, por favor, aumente la dosis de medicamentos del señor Sanz.


-¿No parece haber mejoría cierto? Sigue creyendo que ese niño es real.


-Si, es una lástima…. bueno me voy - toma sus cosas y camina hacia la salida. - ¿Ufff no te parece que está muy frío aquí?


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