La ley de herodes

La política en México es muy conocida por las abundantes afirmaciones de corrupción y desfalcos, aunado a ello, ya no es un secreto que la democracia del país no es parte de las decisiones de un pueblo, si no de los intereses a convenir de nuestros “representantes”.
La ley de Herodes es una sátira, creación de Luis Estrada, la cual nos habla de los serios problemas de corrupción en el país, lo difícil que es atender problemas latentes y del cuento de nunca acabar viendo cómo unos cuantos se echan a suerte las necesidades del país.
La historia
En el año 1949, se ve a los habitantes de la localidad ficticia de San Pedro de los Saguaros persiguiendo y decapitando al presidente municipal cuando trataba de huir del lugar con el dinero de los presupuestos del pueblo. Los habitantes, en su gran mayoría indígenas, se habían revelado contra los abusos del alcalde.
El asesinato del alcalde resulta en un escándalo político que afectaría, en primera instancia, la imagen y la carrera de Sánchez, el gobernador del Estado, quien pretendía ser el candidato de su partido a la presidencia de la República y, por ende, ser el sucesor del presidente Miguel Alemán Valdés.
Por tal motivo, el gobernador Sánchez encomienda a su mano derecha, el ambicioso y corrupto secretario de gobierno, López, que encuentre lo antes posible a un sucesor del alcalde para evitar que el escándalo cause más daño.
El licenciado López pretende ser el sucesor de su jefe como gobernador del Estado, y decide entonces recomendar la designación de un viejo conocido suyo, Juan Vargas, como alcalde interino de San Pedro de los Saguaros.
Al principio, cuando Vargas llega al pueblo intenta hacer su trabajo de forma honrada y encomienda de la mejor manera traer el progreso y la justicia social.
No obstante, Vargas nota que los obstáculos son inmensos: la mayoría de los habitantes no hablan español, sino lenguas indígenas, más la falta de apoyo económico del gobierno y los robos de los anteriores alcaldes, han dejado al pueblo prácticamente sin fondos para hacer obras materiales, como instalar drenaje, agua potable y luz eléctrica.

El alcalde Vargas viaja a la capital del Estado para solicitar dinero al secretario de gobierno, quien le recomendó para el puesto de alcalde. López rechaza el pedido, pues la mayoría de los fondos públicos del Estado se gastarán en las elecciones de ese año.
No obstante, López entrega a Vargas una copia de la constitución de México y un revólver, diciéndole que la única ley es la ley de Herodes: “O te chingas o te jodes”.
En su camino de regreso, el automóvil de Vargas se descompone en la carretera; allí encuentra accidentalmente a Robert Smith, un estadounidense que acepta ayudarle.
De regreso al pueblo, un soborno de doña Lupe, la dueña de un burdel, encamina a Vargas hacia la corrupción política.
Vargas se ha convertido así en el ejecutivo, el legislativo y el poder judicial de la aldea, todo en una sola persona, pronto se vuelve corrupto, aceptando sobornos y extorsionando a la gente.
Al ser interrogado por los vecinos, Vargas declara que está financiando un nuevo proyecto para llevar electricidad al pueblo.
Vargas se vuelve cada vez más corrupto, y, cuando el nuevo guardaespaldas de doña Lupe lo golpea severamente después de que ella se resiste a su autoritarismo, los mata a ambos en represalia. Tras cometer el crimen, acusa de las muertes a Filemón, el borracho local, y de camino a entregarlo a las autoridades estatales asesina a Filemón en medio de la vía.
Cuando Vargas regresa a su casa, descubre que su esposa tiene como amante a Smith, pero éste logra huir semidesnudo mientras Vargas golpea y ata a su esposa.
Mientras tanto, Vargas levanta falsas acusaciones contra el médico Morales, asignándole el papel de autor intelectual en el asesinato de doña Lupe; sin embargo, también se revela que Morales ha estado abusando sexualmente de su sirvienta adolescente, y Vargas usa esto para chantajearlo y que abandone el pueblo o se enfrente a la cárcel.
Habiéndose librado de sus enemigos, Vargas se obsesiona con el poder hasta el punto que todo el pueblo lo desprecia, cobrando impuestos absurdos por todo, encarcelando a los que se niegan a pagar, confiscando sus posesiones y reescribiendo varias leyes a su capricho.
López y Vargas se encuentran en la sede municipal, y allí López conoce que el pueblo tenía riquezas después de todo, ante ello López exige todo el dinero que Vargas ha extorsionado a los aldeanos recordando al alcalde la influencia de López ante el PRI.

Ante la presión, Vargas vuelve a su casa, pero allí descubre que su esposa ha huido con Smith llevándose todo el dinero. Espantado y furioso, Vargas resuelve decide asesinar a López y lo embosca esa misma noche.
De repente Vargas nota una muchedumbre de aldeanos corriendo hacia él, llevando antorchas, y amenazando con matarlo. Aterrado, Vargas apenas puede trepar al único poste que levantó para esquivar a la masa, pero se salva cuando llegan varios coches de policía tras de López, disolviendo a la muchedumbre y rescatando a Vargas, a quien los policías revelan que López tenía orden de arresto.
Al final de la película Vargas aparece en elegante traje dando un discurso sobre la democracia y el progreso en el Congreso de la Unión, infiriendo que ganó un escaño como "recompensa" por matar a López. Como epílogo, se muestra la escena de un nuevo alcalde interino que llega a San Pedro de los Saguaros, exactamente de la misma manera que lo hizo Vargas al principio.
Opinión
Como toda película de Luis Estrada, tiene la intención no solo de hacer una parodia del pueblo mexicano y sus costumbres, también es un severo golpe de realidad con respecto a la política mexicana.
Es cierto que hemos avanzado en cuanto a los procesos democráticos y el combate a la corrupción, sin embargo, la lucha es vigente.
En una entrevista, el director, Luis Estrada menciona que se critica fuertemente a la eterna permanencia de un partido político en la presidencia, subrayando que nunca antes nadie se atrevió a darlo a conocer.
“ingenuamente creí que después de 70 años nada podría ser peor, que con la salida del partido, iba a mejores expectativas, pero me sorprendió lo equivocado que estaba”.
Es una realidad, sabemos el país en el que vivimos, sabemos que tiene inmensas riquezas y que ha sido la cuna de verdaderos representantes de nuestra cultura.
Pero también es importante abrir los ojos y entender que sigue habiendo corrupción, que las puertas no se abren para todos, que el gobierno es selectivo con los problemas, pero sobre todos.
El problema es de todos nosotros.