Mexicanas al grito de guerra

Las mujeres que han colaborado tenazmente en la construcción del país, son piezas fundamentales de varios movimientos, sin embargo, muy pocas veces se ha querido reconocer la valía de su intervención.
La historia sobre el movimiento independista y otros, ha sido realizada más veces por hombres que, con o sin intención, han dejado fuera de ésta a las mujeres, por tanto, muy pocas forman parte de la lista de próceres de nuestra patria y, bastantes han sido borradas de la memoria del pueblo.
Patricia Galeana, en “Lecciones de las mujeres en el México del siglo XIX y asignaturas pendientes”, considera que para estas mujeres no existían términos medios, su conductora sólo podía ondular entre la exaltación virginal o el tropiezo, y en el ataúd o el pecado. Pocas mujeres se atrevían a cruzar límites, transgredir órdenes patriarcales y desafiar las tradiciones construidas para ellas en esa época.
Como ejemplos recordamos a Leona Vicario, Josefa Ortiz de Domínguez, Gertrudis Bocanegra y María Ignacia Rodríguez, quienes fueron de las pocas que se atrevieron a ir en contra de lo ya estipulado, sufriendo consecuencias y el rigor del patriarcado.
De acuerdo a las investigaciones realizadas por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en 2003, se demuestra que, sin la participación de las mujeres, el triunfo de independencia no hubiera sido posible, sin embargo, sus acciones siguen sin aparecer en la historia y nadie se ha tomado la molestia de contarlas.
Guerra de independencia

El hecho dio inicio la madrugada del 15 de septiembre de 1810, en el pueblo de Dolores, en el actual estado de Guanajuato, antes de que estallara dicha guerra, la intervención de las mujeres fue importante.
Fueron miles las que participaron en los combates, caminaron y permanecieron al lado de las tropas para alimentarlas y curar a los enfermos y heridos, incluso muchas aportaron su dinero, cuidaron a huérfanos y huérfanas, sirvieron de informadores y guías de caminos y veredas.
Ellas limpiaron la sangre derramada en las calles y casas de los pueblos donde se dieron las batallas, además de arriesgarse a salir en busca de lo necesario para subsistir en medio del caos, como víveres, agua y ayuda.
No todas han sido reconocidas como merecen, aquellas que colaboraron de manera activa o pasiva, siguen siendo olvidadas, a pesar que muchas murieron en medio del fuego cruzado o fusiladas por los españoles.
La época en la que se gesta el movimiento, son momentos en los que la igualdad de género, el respeto y la tolerancia hacia las mujeres distaban considerablemente de la situación y el escenario actuales. La desvalorización de la actividad femenina tiene varias causas, entre ellas destacan la influencia de la iglesia católica, los roles tradicionales femeninos, el sistema político altamente excluyente y una cultura autoritaria y machista, que, pensándolo bien, aún no termina.
Las olvidadas
De algunas sólo se conocen sus apellidos, como González, Moreno y La Mar, de otras únicamente quedó registrado el lugar de sus actos heroicos, como Soto la Marina, Huichapan, Manuela, Fermina, María, Tomasa, Luisa, Ana, Magdalena, Catalina, Gertrudis Jiménez, Juana Villaseñor, Mariana Anaya, Josefa Sixtos, Petra Arellano, Francisca Torres, Antonia Ochoa, Antonia Piña, María Dolores Basurto y su hija Margarita, Carmen Camacho, María de Jesús Iturbide, María Antonia García, María Andrea, son los hombres reales de algunas mujeres poco conocidas, mismas que ofrendaron su vida por la patria y sin las cuales, probablemente la independencia de México no se habría consumado o su desenlace fuese diferente.
A través de cortos relatos recordamos a algunas y sus acciones.
María Luisa Martínez de García Rojas
Ella apoyó con dinero, comida, armas y municiones, ya que tenía buena posición económica. Estuvo junto a su marido peleando hasta que en Erongarícuaro, Michoacán, perdieron la batalla y junto con los hombres fue hecha prisionera. Fue fusilada en el cementerio del pueblo, cuando le tocó su turno, gritó con todas sus fuerzas: “Como mexicana tengo el derecho a defender mi patria”. Acto seguido se desplomó abatida por las balas.
Altagracia Mercado
Heroína de Huichapan, en el estado de Hidalgo, con su dinero armó un pequeño ejército en cuanto se enteró de la lucha por la libertad y se enfrentó a los realistas. Desgraciadamente, en un encuentro perdió y cuando se percató de las circunstancias, sólo quedaba ella en pie. Sin demostrar temor, siguió peleando hasta que la capturó el enemigo. Su valor causó mucha admiración a los jefes españoles, que ordenaron que la dejaran en libertad diciendo: “Mujeres como ella no deberían morir.”
María Soto la Marina
Ayudó a las tropas del general Francisco Javier Mina, quien había contado con el “enemigo” más poderoso, la sed, pues los españoles se habían apoderado estratégicamente del río. María, al darse cuenta, tomó dos cántaros y sin importar las balas enemigas comenzó a llevar agua para que tomaran los soldados insurgentes. Atravesó las líneas una y otra vez, sin importar su seguridad, hasta que todos pudieran calmar su sed sin que sufrieran ningún daño.
Manuela Medina
Nacida en Texcoco y llamada La Capitana, levantó una compañía de independientes, participó en siete acciones de guerra y viajó más de cien leguas para conocer a José María Morelos. Murió en 1822 por dos heridas que recibió en combate.
Insurgentes conocidas
Gertrudis Bocanegra
Llevaba y traía recados, cartas, armas, parque; en la etapa de resistencia de la guerrilla insurgente, Bocanegra fue enviada a Pátzcuaro con el propósito de ayudar a la toma de la ciudad por parte de los rebeldes, pero fue descubierta y hecha prisionera por el ejército real. Sometida a tortura para que delatara a otros participantes de la guerrilla, esta mujer se negó siempre a dar información a los españoles. Finalmente fue enjuiciada y encontrada culpable de traición. Fue sentenciada a muerte, misma que se cumplió el 11 de octubre de 1817, en la misma villa de Pátzcuaro donde nació.
Leona Vicario
Financiaba con su propia fortuna la insurgencia. Hacía la labor de cartero de los insurrectos, a los que servía como espía en la Ciudad de México, junto con otras personas de una organización secreta llamada “Los Guadalupes”, hasta que fue presa el 13 de enero de 1813, al ser descubierta su participación en las conjuras independentistas.

Josefa Ortiz de Domínguez
Conocida como “La Corregidora”, puedo advertir al cura Don Miguel Hidalgo y Costilla, haciendo sonar uno de sus zapatos contra el suelo, el alcalde Don Ignacio Pérez escuchó el llamado y bajo mandato de ella, advirtió a Costilla que la conspiración había sido descubierta. Fue por ello que el párroco convocó al pueblo a levantarse en armas la madrugada del 16 de septiembre de 1810. Fue condenada a recluirse en el convento de Belén de las Mochas, en Ciudad de México. En mayo de 1813, tres insurgentes disfrazados de oficiales del ejército virreinal, la ayudaron a escapar.
María Ignacia Rodríguez de Velasco de Osorio Barba y Bello Pereyra
Mejor conocida como “La Güera Rodríguez”, fue una criolla que figuró en la sociedad colonial mexicana por su apoyo al enfrentamiento. Es considerada como un personaje emblemático de la Independencia, al mantener una relación amorosa con Agustín de Iturbide e impulsar a llevar a cabo la liberación mexicana. Fue enjuiciada por la Inquisición, acusada de rebelde y adúltera, pero se defendió tan bien que fue absuelta por falta de pruebas. Rodríguez fue trasgresora de los deberes de las mujeres de su tiempo, una feminista de élite.

Está por conmemorarse el 211 aniversario de la independencia mexicana, a través del análisis de los escasos textos en los que encontramos la vida, ideas, acciones y hechos que realizaron las mujeres en el movimiento, podemos afirmar que una gran cantidad de éstas, desafiaron los modelos impuestos en el siglo XIX.
Su participación fue activa al lado de los insurgentes, pero esto no ha sido suficiente para ser consideradas las heroínas de la historia y muchos menos tratarlas de forma distinta. No obstante, muchos mexicanos se han encargado de seguir haciendo presentes sus nombres y celebrando que se nos haya dado la libertad.