Pasión prohibida
¿Has escuchado la historia sobre el hilo rojo? Cuenta una leyenda oriental que las personas destinadas a conocerse están conectadas por un hilo rojo invisible. Este hilo nunca desaparece y permanece constantemente atado a sus dedos, a pesar del tiempo y la distancia.
¿Es una leyenda interesante verdad? Nunca sabremos a quién estamos conectados, hasta que llega a nosotros… y de alguna manera lo sabes, sabes que esa persona es para ti.
Una vez mi padre me dijo que cuando encontrara a mi persona ideal, lo sabría… lo sentiría en lo más profundo de mi ser. Y entonces, cuando eso sucediera, debía luchar por ello…
Me queda claro que nunca le pertenecemos a nadie y nadie nos pertenece a nosotros, pero… ¿Qué hacer cuando el corazón no obedece razones? Cuando por más que la vida te da señales de que no debes tocar ese corazón, tú afrontas toda adversidad hasta caer y no tener más opción que resignarte y aguantar el dolor de un corazón roto.
Esta es mi historia, la de mi pasión, una pasión que no debió existir, una que llevé a los límites y que me dejó una cicatriz profunda, quizás porque era muy joven y demasiado inocente para darme cuenta que no valía la pena llorar por un amor imposible, pero hasta los más viejos han llorado por decepciones.
La conocí durante las vacaciones de verano, Cindy, piel clara con un ligero bronceado, cabello castaño, ojos verdes, labios rosas; era casi una diosa, casi. No había nada que me quitara su rostro de la mente ¿Qué se puede esperar de un muchacho que nunca antes se había enamorado? Era un tonto, un novato, inexperto en cosas del corazón.
Mi padre había logrado conseguir un puesto temporal en la compañía para la que él trabajaba, no fue difícil pues llevaba ya sirviendo más de veinte años y muchas veces lo acompañé, así que para cuando conseguí un trabajo serio en ese lugar yo ya me había ganado la confianza de todos los empleados.
Solía descansar en una banca situada en la plaza frente a la compañía, aprovechaba la hora de mi comida para leer un poco y tomar un refrigerio y luego, un viernes por la tarde la vi. Al principio fue como una invasora y sentí mi privacidad amenazada, hice una reverencia corta sin mirar y me senté al otro lado, yo era muy tímido e introvertido, por lo que el socializar no se me daba, no me tomaría el trabajo de buscar un tema de conversación con un desconocido y aquella señorita no fue la excepción, sin prestar atención a nada me dispuse a comer y seguido saqué mi libro, me encantan las historias de misterio y suspenso, amo la curiosidad con la que me envuelven y no creí que esto llegara a atraer la mirada de Cindy.
Sentí como su mirada se clavaba en mi libro, como esperando a que volteara a verla y le hablara, pude ver con el rabillo del ojo su insistencia, pero muerto de miedo cerré de prisa mi libro y me levanté sin hacer ningún contacto visual. Quizás la chica se decepcionó y así lograría que al día siguiente mi banca preferida estaría disponible únicamente para mí.
Y eso pensé al día siguiente, pero a la mitad de mi comida llegó ella de nuevo, y otra vez sin mirar terminé de comer y acto seguido me dispuse a continuar mi lectura…
- Disculpa. -Me tocó el hombro.
- ¿Sí? – Y desearía jamás haber volteado.
- Veo que tienes mi libro. - No te rías, pero por unos segundos, me sentí ofendido al creerme un ladrón.
- No, no, no entiendo, - Le respondí.
- Que ese libro es el mismo que yo estoy leyendo actualmente.
Yo seguía enmudecido, era una mujer aparentemente mayor a mí, pero su mirada justificaba su belleza y hacía que mis prejuicios dejaran de importar. No era un hombre tan suertudo con las mujeres, mi alto enfoque con mis estudios me hacía suprimir mi atracción por el sexo femenino, pero aquella tarde, mis labios se entorpecieron, nunca había prestado tanta atención a un ser tan divino como Cindy.
- Oh ya entiendo, lo siento, estoy algo distraído ¿te gustan las novelas de misterio? Me llamo Mark, vivo aquí en la ciudad, con mis padres y trabajo frente a la plaza.
- Hola, Mark. -Dijo sonriendo. -Me llamo Cindy, estoy viviendo temporalmente, tengo un trabajo a un par de calles, y pues rento un departamento cerca de aquí.
- ¿Cómo es que nunca antes te había visto?
- Paso todos los días por este lugar, es raro que me haga una pausa, la verdad es que prefiero llegar directo a casa después del trabajo, veo una película o leo un poco y me descanso para el día siguiente.
- Yo, yo, hago lo mismo, mi papá es gerente en la compañía de enfrente y me ayudó a conseguir un empleo, pero hago las mismas cosas que tú
- Bueno, Mark, me dio gusto que charláramos, me tengo que ir, me caíste muy bien.
- Igualmente, me caíste muy bien ¿Te veré mañana? Todas las tardes estoy sentado en esta banca a estas horas.
- Quizás, fue un gusto, Mark, cuídate mucho.
Como dije, habría deseado no haber mirado ese rostro aquella tarde, fue un parteaguas, tal vez uno de los más importantes de mi vida. La primera vez que de muchas que ese rostro se grabó en mi mente, los minutos posteriores a ese primer encuentro con Cindy fueron eternos, no veía la hora de llegar a casa para dormir con la esperanza de soñar a aquella mujer que me volvería loco progresivamente.
A la tarde siguiente, estaba esperando por ella, en la misma banca, a la misma hora, pero mi espera fue en vano, nunca llegó, desde la oficina donde trabajaba se podía ver la plaza y de nuevo en vano miraba a alguien que no llegaría.
Estaba claro que no debía hacerme ilusiones con algo que ni de broma podía existir, así que decidí volver a mi lectura al llegar a casa, pero la portada de mi libro me hizo recapitular aquella charla con Cindy, no podía dejar de pensar en ella, ni trazarme planes en mi cabeza, practicaba frente a mi libro nuestra próxima conversación y luego, borraba todo como si de una nube de humo se tratase, era un mocoso a su lado y había muchas cosas que me ponían fuera de su alcance, “es una mujer con su vida ya realizada, tal vez casada y con hijos, quizás separada, o madre soltera, tal vez está en una relación, o será del tipo de mujeres que aman su soledad y el estar con un hombre es algo simplemente irrelevante, o será de las chicas que se la pasan coqueteando a cambio de una aventura pasajera” cualquier pensamiento que me llegara era una razón para dejar de pensarla, pero sus ojos, su rostro, sus labios, sus manos tocándome, no podía olvidarla.
Los días siguientes fueron muy largos, mi apetito se había reducido mágicamente y mi atención era para aquel libro que me transportaba a aquella charla con Cindy, estaba claro que se había vuelto un simple recuerdo y que no la vería más.
Pero mi obsesión se volvió tan fuerte, que los pies me arrastraban a aquella banca de la plaza, aun en días de descanso, no soy el hombre creyente en el destino o la fuerza del universo, pero por alguna razón, aquel domingo, caminando, volví a verla, misma cara, misma mirada, mismos labios, sosteniendo ese libro, sentada en aquella banca, luciendo un hermoso vestido amarillo floreado que la cubría desde el pecho hasta casi los tobillos, sandalias blancas, maquillaje discreto, y una cola en el cabello.
Dios, era divina.
Sin perder tiempo, caminé sigilosamente hacia la banca, no quería hacer el ridículo y toparme con la sorpresa de que estaría esperando a alguien más y llegar a ella de sorpresa, sería incómodo y no sería un saludo apropiado, por lo que pausé mi caminar y me senté un poco lejos de ella para evitar ser visto y a los pocos minutos decidí continuar mi caminata.
Tenía que idear un plan para llegar con ella sin verme como un acosador, así que decidí pasar frente a ella, una y otra vez, recorriendo la plaza de orilla a orilla pues su interés por la lectura la tenía tan envuelta en ese libro que era imposible despegar su vista de esas hojas. Así que tuve que idear otra cosa, tuve que tragarme mi orgullo y fingir sorpresa para llamar su atención.
- ¿Cindy? Hola ¿me recuerdas?
- ¿Hola? Oh ya te recuerdo, ammm ¡Mark! ¿Cierto?
- Sí, soy Mark.
- Cierto, cierto, nos conocimos en esta banca, el chico de mi libro.
- Sí, el mismo. -Me sorprendí de mí mismo que no estuviera titubeando como aquella vez.
- ¿Cómo estás? ¿También trabajas los domingos?
- No, la verdad es que en mis días libres acostumbro venir aquí, se ha convertido en mi lugar favorito, venía aquí desde que soy un niño. Veo que tienes ese libro.
- Sí, te dije que leíamos el mismo ¿Y cómo estás?
- Bien, gracias ¿Tú cómo has estado?
- Maravillosamente.
Tenía que cerciorarme de que realmente podía invitarla a salir, así que decidí hacer algo que jamás me había atrevido a hacer, la invité a salir, un enorme y significativo paso en mi vida, pero sería la manera de volver a verla o de deshacerme por fin de aquellas ilusiones…
- Bueno, me dio gusto verte de nuevo.
- ¿Te vas? Creí que te sentarías aquí, incluso te hice espacio.
- Me encantaría, pero tengo algo de prisa, pero… - ¿Te parece si te invito a tomar un café estos días? Hay un café delicioso en el centro comercial de la avenida, así podríamos hablar del libro que estamos leyendo.
La respuesta que recibí fue inesperada, para un muchacho inseguro como yo, esperaba un pronto rechazo.
- Por supuesto, Mark, ¿Cómo supiste que me encanta ese café? Claro que me encantaría que fuéramos, -Me respondió sonriendo y claro que inmediatamente me sonroje o eso creo, sin dejar de sonreír sacó de su bolso una especie de libreta que comenzó a hojear…
- Estoy libre el jueves ¿Te parece a las 07:00?
- Oh sí, por supuesto, está perfecto, el jueves a las siete y no te preocupes, iremos como amigos. – todavía no puedo perdonarme por tan estúpido comentario…
- Ja, ja, ja, ja, ja. De acuerdo, amigo, nos vemos hasta entonces, espero que una buena reseña del libro, haré muchas preguntas. -Luego se levantó para acercarse y pegar su mejilla con la mía.
- Yo también me voy, ¿Te parece si caminamos juntos, tomaré un autobús en la esquina?
Acepté su invitación y como caballero que soy, le hice compañía algunos minutos hasta que su transporte llegó.
Estaba que no lo creía, mi corazón estallaba de alegría, invité a una chica a salir y sin peros me dijo que sí, en serio no lo creía, me sentía un ganador de la lotería.
Los próximos días me enfoqué en buscar un buen atuendo y mis mejores ademanes para poderla impresionar, aún no podía cantar victoria pues sí había aceptado salir era porque me estaba ganando su confianza y quería averiguar si en verdad tenía algún compromiso, lo que me tenía con algo de incertidumbre y a la vez me bajaba un poco los ánimos, pues tampoco quería estropear una primera cita con preguntas incómodas y ridículas.
El día de la cita por fin llegó, seguía incrédulo al verme acompañado por tan hermosa mujer, no me importaba nada más que ella y yo en esa mesa saboreando un delicioso café.
La charla fue mejor de lo que esperaba, me habló de su situación actual, soltera, sin hijos, estaba en la ciudad de viaje por un proyecto de trabajo, pero no sabía aún su partida, le encantaba leer, toda clase de género, pero nos enfocamos en la novela que leíamos, una de misterio, suspenso y algo de romance, me decía que amaba ese libro y que lo había leído más de una vez, le encantaba identificarse con cada personaje; yo por mi parte, me limitaba en escucharla, podía perderme en su mirada y regresar a la realidad, cuando menos acordé, mi café estaba frío, pero la conversación Cindy era exquisita, quería saber más de ella y estaba dispuesto a seguirla viendo, no me importaban las diferencias que se marcaban entre nosotros, quería a Cindy para mí, me la jugaría por todo, o me aceptaba o simplemente me rechazaba y seguiría con mi vida, qué iluso era, no sabía que desafiaba a un eterno fantasma.
A regañadientes había logrado que mi padre me prestara su coche por lo que me ofrecí a llevarla a su casa, le expliqué que era una costumbre de familia el no dejar ir sola a la dama de noche, así que aceptó y subió.
El lugar donde vivía parecía acogedor, eran un lugar tranquilo y tenía buena ubicación, Cindy me preguntó si desearía pasar, a lo que sin pensarlo me rehusé, entendí que lo había hecho por cortesía, pero la verdad me sentí apenado de pasar a su casa. Nos despedimos de nuevo con un beso en la mejilla, bajó del auto y pude ver cómo se perdía su silueta mientras subía unas escaleras.
Mi trofeo aquella noche fue su teléfono, ahora ya podía descansar mi vista de esa banca, pues podía buscar a Cindy en cualquier momento, al menos para saludarla, por Dios, me estaba obsesionando con ella, mi miedo ahora crecía, me aterraba el hecho de que me confundiera con un acosador y dejara de hablarme.
Pronto nuestras charlas se alargaron y los libros dejaron de ser el tema principal de conversación y con ello nuestras salidas al café o a la plaza se hicieron más frecuentes, no podía llevarla a mi casa, pues no teníamos más que una amistad y en caso de ser algo más, mis padres verían con malos ojos la relación, así que solo me detenía en mencionarla como a una amiga.
Hasta esa tarde, salí temprano del trabajo y ella me esperaba fuera de la empresa, iríamos por un helado y luego casa, me tomó del brazo para cruzar la calle, yo me sentía bastante cómodo cuando lo hacía, por un momento la gente nos confundía como una pareja, hasta que aquella anciana lo arruinó con ese comentario. -Qué linda pareja hacen muchachos, se ven muy enamorados.
Lo que hizo que Cindy me soltara un tanto apenada y tomara una cierta distancia.
- ¿Ocurre algo?
- Nada, no te preocupes, sigamos caminando.
Cindy en verdad era linda, pero no dejaba de ser un misterio, pues siempre que de parejas se trataba agachaba su mirada y su sonrisa se borraba, su tono de voz también cambiaba y por supuesto que el rumbo de la plática no era la excepción.
- ¿Me vas a decir qué ocurre?
-Te dije que estoy bien, come antes de que se derrita.
Acerqué mi mano a su mejilla y levanté su rostro, luego quise besar su frente, un impulso que no pude evitar, pero ella me evadió.
-Lo siento, no puedo. -Se levantó y se fue, pude ver cómo movía sus manos pareciendo que se limpiaba los ojos, dejé todo en la mesa y fui corriendo tras ella.
- No te vayas así por favor, -Alcancé a tomarla del codo y para detenerla y voltearla, solo para darme cuenta que estaba llorando.
-Cindy ¿Qué te sucede? Y no me digas nada, sabes que puedes contarme, pero si no quieres, no te pienso obligar, lo entendería.
-De acuerdo, creo que mereces saberlo, total ya no debería importar, -Saqué un paquete de pañuelos de mi pantalón y le ofrecí para que se limpiara, ella tomó un par y me pidió que la acompañara de regreso a la heladería para volver a sentarnos y poder contarme lo que pasaba.
- Puede ser que pienses que estoy loca o que estoy exagerando, pero lo que te contaré es una situación que me da razones suficientes para no confiar y huir del amor o cualquier muestra de afecto.
- No entiendo.
- Mark, a mí me lastimaron mucho, tanto que tuve que huir de mi casa y buscar nuevas oportunidades de vida. Fui tan humillada y me sentí tan señalada, me hicieron una herida que aún me duele y ver a una pareja me provoca náuseas porque me recuerda a lo que una vez yo creí sería mi vida realizada.
Tenía más o menos tu edad, estaba comprometida con un chico que era atento y amoroso conmigo, me hablaba de sus planes a futuro y en todo eso, estaba yo de protagonista, siempre cuidaba de mí, me buscaba, salíamos y éramos inseparables, luego me propuso matrimonio, y era entonces la mujer más feliz del mundo, no había minuto que no dedicara a los preparativos de la boda, hasta que una noche que salimos, una semana antes de la boda, me dijo que haría un viaje de fin de semana, pero que deseaba irse con un “recuerdo” mío, así que me entregué a él por primera vez, yo estaba demasiado enamorada, o estúpida como para haberle creído y acceder, se despidió antes de amanecer ya que tenía su viaje programado para esa mañana, lo acompañé al aeropuerto y le di un beso, le pedí que me mantuviera al tanto de su viaje y su regreso, yo lo esperaría ansiosa, fue el fin de semana más largo de mi vida, pasé tres días sin saber nada de él, descuidé los preparativos un poco, mis sentimientos estaban encontrados, por un lado me desilusionaba el pensar que me había abandonado por otra mujer, luego me angustiaba por creer que posiblemente había sufrido un accidente que le quitara la vida, intenté buscar alguna razón con su familia, pero tampoco tenían contacto con él. A cinco días de la boda sonó mi teléfono, era él, Paul se llamaba, me habló con un tono apenado, me pidió perdón, que al llegar su teléfono había sido robado y que había tardado en adquirir uno nuevo y recuperar sus contactos, obviamente le creí y le hice saber mi alegría de que estuviera bien, pasamos casi tres horas hablando, me dijo que me amaba y que contaba los minutos para pronto reunirnos y cumplir su juramento de amor eterno en nuestra boda, me dijo que el viaje se había alargado más de lo planeado y que llegaría un par de días antes de la boda, pero qué pasaría esos dos días sin verme para “no perder la magia” me dijo que estaba deseoso de repetir aquella noche en nuestra luna de miel, misma que él estaba preparando y de la cual no me hablaba argumentando que sería una sorpresa y parte de su regalo de bodas.
Y el día de nuestra “unión”, llegó, estaba nerviosa, no probé alimento en el día, pues los sentimientos otra vez me consumían, quería que todo saliera perfecto en “el día más feliz de mi vida”, llegada la hora estaba ya en el altar, suponiendo que Paul estaría ya esperando a que mi padre le entregara mi mano, pero cruzar aquella puerta fue el inicio de mi agonía, el altar estaba solo, los invitados sentados, su familia y amigos, mi familia, mis amigos, lo busqué con la mirada entre la gente, pero no le veía llegar, estaba de espaldas al sacerdote, mirando fijamente la entrada de la iglesia, se pasaba la hora, nadie lo encontraba, ni siquiera sus allegados, hasta que oí una noticia que me derrumbó. Paul murió de un infarto en su habitación a pocas horas de la boda, su hermana se acercó a darme un abrazo, yo estaba helada, muda, parecía un maniquí, no podía reaccionar, al que creía el amor de mi vida se había ido de este mundo, dejándome sola y llevándose todas mis ilusiones, cuando mi padre se acercó fue entonces que exploté, estaba inconsolable, destruida, no fui a su funeral, pues sabía que verlo en el féretro me derrumbaría más, cuando quise ir a sus honras el sacristán del templo me dijo que no había nadie y que no tenía idea de un funeral, luego al panteón que su familia me había indicado, pero no encontré nada, no había tumba que se leyera su nombre, ni donde llorarle, a los pocos días perdí contacto con su familia, creí que por haber muerto asumieron que ya no existía ningún tipo de relación.
Decidí que no me quedaría llorándole por siempre, pues él habría querido verme de pie y firme, tenía mis estudios universitarios inconclusos así que decidí continuarlos hasta graduarme y titularme, gracias a ello pude conseguir un ascenso importante en el trabajo, todo iba de maravilla, sonreía de nuevo, tenía nuevos amigos, salía, me divertía, retomaba mi buen camino de nuevo, hasta una tarde. Caminaba cerca de una plaza comercial recién inaugurada, decidí pasar y buscar algún local donde pudiera tomar un café y de paso conocer el nuevo lugar, creí que mi tristeza había terminado ya, pero todavía faltaba un golpe más, al pasar frente a un restaurante de ese centro comercial, pude ver a la familia de Paul reunida y luego vi un rostro familiar, era él, sin perder tiempo me encaminé a la ventana desde donde se veían, estaba ahí parada llorando sin evitarlo, mientras él estaba sentado riendo a carcajadas, sosteniendo la mano de una mujer, hasta que su hermana, la que me dio la noticia el día de la boda se percató de mí, me miró, y sin dejar de reír me señaló con Paul, quien al verme dejó de reír, para salir a mi encuentro.
En forma algo agresiva me tomó del brazo y me arrastró fuera de la vista de sus acompañantes, yo incrédula lo abracé y le dije que había creído que estaba muerto, que no dejaba de extrañarlo y que estaba feliz de verlo, le dije que lo perdonaría por lo que había pasado, entre lágrimas le dije que estaría dispuesta a retomar nuestra relación, pero no era el Paul que conocía, me apartó de él, sacó un pañuelo y se sacudía por donde yo lo había tocado.
- Mocosa estúpida ilusa ¿crees que de verdad te quería?, no sabes ni siquiera gemir, fue la peor noche la que pasé contigo y no pensaba repetirlo más, necesitaba razones para mandarte al carajo, tuve que inventar ese viaje y la muerte para que por fin me dejaras en paz, me das asco, Cindy, solo siento asco por ti, te odio y te desprecio, desde que nos conocimos te dije que jamás estaba interesado en ti, pero tú y tu estúpida insistencia de querer estar juntos me hizo acceder a tus tonterías, me obligaste a todo, yo no quería estar contigo, jamás me gustaste, nunca te amé, tenía que darte una lección para que se te quitara lo idiota y lo absurda, espero que hayas aprendido la lección y que ya seas un poco más madura, ahora, lárgate, maldita sea, deja de llorar y lárgate y no quiero volver a verte en mi vida, déjame en paz.
- Y pagué caro por esa estupidez, no hubo noche que no llorara, a veces en el trabajo me escapaba al baño para limpiarme el llanto, con el tiempo fui tomándole cariño a mi soledad, rechazaba citas de amigos, y cortejos con el fin de evitar una decepción más, luego me ofrecieron otro ascenso, uno que se acomodaba perfecto a mis necesidades, el nuevo trabajo me haría viajar de ciudad en ciudad, por lo que las relaciones no estaban dentro de mis planes, pues estaría demasiado ocupada, me dejó una profunda cicatriz que quizás nunca sane, por eso, Mark debes entender por qué huyo de las muestras de afecto y cariño, no pienses que soy grosera, es que fue tal el daño que aún estoy asustada.
Era la primera vez que la vi llorar, no me parecía que alguien se haya atrevido a dañarla de esa manera, era en verdad tan bella, no podía creer que alguien como ella sufriera tanto en secreto, saqué otro pañuelo, esta vez lo llevé a sus mejillas, limpié las huellas de su llanto.
- Lo siento mucho, Cindy, me cuesta trabajo creerlo, fue injusto lo que te pasó, una verdadera lástima.
- Gracias ¿Sabes?, eres el primero que sabe esto, mis padres todavía piensan que ese idiota está muerto, y es mejor que se quede así.
- Cierto, es mejor que se quede enterrado.
- Gracias por escucharme, eres super lindo, me sentí en confianza, de verdad gracias.
- No lo menciones, de hecho, quiero prometerte algo.
- ¿Prometerme?
- Sí, te prometo que siempre podrás confiar en mí, que nunca haré nada que te lastime y que te cuidaré como nadie lo ha hecho.
Cindy sonrió y lo que me respondió quizás ya lo esperaba en algún momento, pero como ella dijo, no dejó de doler.
-Mira, Mark, aún eres un niño, bueno a mi lado, sé que tienes otras intenciones conmigo, pude olerlo desde la primera vez que charlamos y me pediste que nos volviéramos a ver. Pero no soy para ti y no puede haber entre nosotros más allá de una amistad, eres un chico muy lindo, pero un día me iré de esta ciudad, y habrá pocas posibilidades de volvernos a ver, y todo lo lindo que tuvimos se quedaría en un recuerdo, seguro que le gustarás a otra chica y harás una linda pareja, una chica con quien puedas compartir más que conmigo, perdona que te lo diga ahora, pero es mejor a que te decepciones más adelante, de verdad eres un amigo muy lindo, pero no quisiera herirte como lo hicieron conmigo, así que si no es para vernos como amigos, es mejor despedirnos ya y dejar esto así para no hacerte daño.
Sentía como las lágrimas querían salir de mis ojos, pero decidí soportarlo, pues no quería hacerla sentir mal.
-Supongo entonces que cualquier cosa que diga como el pedir intentar algo o continuar con nuestras salidas, no hará cambiar tu forma de pensar.
-Lo siento si te he lastimado, pero entiéndeme por favor.
-No, yo lamento haber confundido las cosas, la verdad es que eres muy bonita, y bueno pensé…
-Lo sé, Mark, te agradezco mucho por tu compañía y por alegrar mis días créeme que lo pasé maravilloso a tu lado y te extrañaré por lo lindo que fuiste conmigo.
-Por favor cuídate.
-Y tú también, amigo.
Se acercó para darme un beso en la mejilla y luego levantarse y salir del lugar. No podía permitirme llorar, al fin de cuentas pude desengañarme y corroborar lo que sospechaba.
Pero tampoco deseaba quedarme con la sensación de sus labios que ya habían acariciado antes mis mejillas, tenía que correr un último riesgo, no tenía nada que perder, había dejado de hablar con ella por unos días hasta que un nuevo mensaje llegó aquella mañana.
“Hola desaparecido ¿Estás bien? Sé que me ves pasar por la plaza todos los días ¿Me saludarás o me seguirás ignorando?”
Le respondí que había estado ocupado, lo que no era mentira, pues llegó al trabajo un proyecto que nos consumía tiempo, le hable un poco del mismo, aunque escondí otra verdad, había decidido no hablarle para evitar algún resentimiento pues el volverla a ver me haría perder de nuevo la cabeza y sería dañino para ambos.
Me dijo que estaba feliz de verme con trabajo siendo tan joven y que veía un futuro próspero en mí.
El volver a hablar con ella, sin embargo, sin verla, me descompuso las hormonas de nuevo, tenía que ejecutar mi plan, me conformaría con un beso, no me importaba si detrás de este llegara una bofetada, tenía que arriesgarme.
Esa tarde, inventé una excusa de ir a una fiesta con unos amigos, fui a la estación de autobuses y antes de meterse el sol, llegué a su casa, no fue difícil dar con su departamento, pues antes ya la había acompañado, pero nunca entrado, el sudor de mi frente era frío, mis manos temblaban y mis piernas me sostenían con esfuerzo, llegué al fin, toqué fuerte su puerta, abrió sorprendida, vestía una falda larga, las mismas sandalias blancas y su cabello algo despeinado.
- ¿Mark? ¿Pero que…?
No la dejé hablar más, me lancé directo a sus labios y pude sentir como nuestras bocas se entrelazaron.
Y antes de repetir ese beso, puso mi mano en mi pecho.
- ¿Estás loco? ¿Mark, qué te sucede?
-Lo estoy, estoy loco, estaba loco por besarte, me importa un carajo si me golpeas, pero antes de no verte más, no quise morir en el intento de besarte, ansiaba darte un beso, no me importa nada de nuestras diferencias, lo sé, te mueres de miedo ¿Y qué crees? Yo también tengo miedo, muero de miedo, eres la primera mujer con quien hablo, con quien salgo y a la primera que beso, estoy muerto de miedo, no sé qué más pasará, si no vuelvo a verte, al menos me quedaré con el recuerdo de que pude besarte tal y como lo soñaba.
-habiendo terminado de hablar, di media vuelta un poco avergonzado, pero sentí un estirón desde mis hombros, eran las manos de Cindy jalándome hacia dentro, me volteó bruscamente frente a ella, me dio una bofetada y empujándome a la puerta ya cerrada, junto sus labios con los míos, nuestros ojos se cerraron y sin dejar de besarla, llegamos a un sofá para quitarle la blusa y descalzarnos, dejábamos una prenda a cada paso que recorríamos por la sala, hasta llegar a su cama, piel con piel, la recorría con mi boca, besando cada parte de ella, sus pechos, su sexo, sus piernas, aquella noche, Cindy, la chica que conocí en esa banca, fue totalmente mía y yo, el chico tímido que jamás cruzó palabra con una mujer, fui totalmente suyo, me entrega por vez primera a un amor pasajero, el otro lado de mi hilo rojo esta frente a mí, fundiéndome a besos con ella, siendo el uno del otro, siendo uno los dos, un amor de primera vista, un amor que no volvería.
Sin fuerzas besé por fin su frente, la abracé y ella se refugió en mí, acercó su boca a la mía para darnos un largo beso, luego se levantó un poco.
-Me voy, partiré en dos días, -acariciaba mi cabello mientras hablaba.
Sujeté su mano, mientras con la otra acariciaba sus piernas.
- Comprendo, no te preocupes, sé que no hay nada que te ate aquí conmigo, pero me has hecho un hombre feliz.
-Me diste una noche maravillosa, gracias por quitarme el miedo con tu timidez.
-El agradecido soy yo, sé que te irá muy bien a donde quiera que vayas, yo por mi parte me quedo con un maravilloso recuerdo ¿Te veré mañana?
-Si las despedidas no te hacen llorar, entonces sí.
Aún era de noche cuando me fui, salí de su habitación, desde la puerta pude verla dormir, la vería al día siguiente para dejarla en el aeropuerto.
Pero no estaría, no me esperaría, se fue antes de mi llegada, el departamento estaba siendo revisado por el dueño. – Si buscas a alguien, se acaba de ir hace una hora, - sin decir nada salí corriendo del lugar.
Tomé el primer taxi que encontré al bajar, le pedí que acelerara hacia el aeropuerto. Y en menos de media hora, llegó, comencé a buscarla, no había nadie que la ubicara, si tan solo supiera su vuelo, pero mi búsqueda era en vano, y justo cuando creí que todo se perdió, ahí estaba, a punto de cruzar el detector de metal. Corrí hasta ella, la tomé de la mano para sacarla de la fila.
- Te amo, - le dije entre jadeos- dime que estoy loco si quieres, pero te amo, no somos ni seremos nada, pero quiero que seas tú la primera persona a quien se lo diga, te amo.
Sonrió, no pronunció palabra, me tomó de la mano, me miró a los ojos, luego dio media vuelta, a punto de cruzar de nuevo, corrió hacia mí, me abrazó con fuerza, luego con sus manos en mis mejillas me besó
- Adiós, Mark.
- Te veré mañana, -le dije sonriendo.
Esa fue la última vez que la vi, nunca más supe de Cindy, la chica que me hizo explotar por primera vez, la otra parte de mi hilo rojo, con el tiempo mis cabellos blanquearon, mi rostro se arrugó, mi voz se hizo áspera, mis manos perdían fuerza, mis pasos se alentaron hasta dejarme atado a una silla de ruedas y mis sentidos de a poco se entorpecían, pero mis sentimientos, mi amor por Cindy nunca cambiaron, esperé por siempre en esa ventana, mirando aquella banca, esperando verla cruzar por aquella plaza, esperando verla sentada leyendo o esperando volverla a ver en aquel café, esperando, y esperando por ella me iré.